martes, 4 de septiembre de 2007

En


Yo
vivo después
de todo
y soy fantasioso
sin cura,
vivo mis versos,
vivo en ellos.

Existo
sobre el sol en la media noche,
me encierro
en un pájaro
para volar,
emigrar.
(Rueda…)
Una lágrima
cae
por mi mejilla,
la sopla el viento
en silencio
que se va
al sufrimiento
dentro.

Me distraigo.
El sonido vendrá
después,
aún se siente
la tarde
chispeante
llagando mi espalda
desnuda,
huesuda,
desolada de tu boca
(…tu recuerdo…)

Virrey,
subdirector,
suplente segundo
del corazón
fuera de mi pecho,
la sangre lo ahoga,
te empapa
en momentos,
nos mata
(…en mi mente.)
Deshago
el nudo de mi garganta.
Aún soy.
Puedo.
Convengo
conmigo mismo
en que soy un dios
de la palabra
fructífera,
eterna,
jugosa y exquisita.
Coloco
el pie
en la cima del alta montaña
trabada en la noche
a oscuras.
El movimiento
lo es todo.
El viento lo es todo.
Todo es dos veces
en mis ojos:
el Géminis cadencioso,

la Sagrada Dualidad del sexo,
los sellos monárquicos de mis labios,
mis testículos
divinos.

Yo
reduzco el horizonte
a un sueño,
conspiro
contra la realidad
para
ser.

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