miércoles, 17 de septiembre de 2008

Cuidarlo

En la noche,

cuando ya no relampaguea,
le busco el ojo derecho con mi mano ciega
y le bajo un párpado,
como si persiana fuera,
y lo protejo del brillo que se le desprende al mundo...

Con una disonancia 
va apareciendo el día.

La luz del Sol reflejada en los océanos
es peligrosa.

El resplandor de las nubes blancas
puede derretirle un ojo.

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